lunes, 30 de junio de 2014

Literario

Vi tanta propaganda por la película (estrenada la semana pasada en nuestro país) y un batallón de adolescentes fascinadas con esta historia, que la curiosidad pudo conmigo y cuando vi la pila de libros en la librería, tuve que traerme uno.
Estaba leyendo otra cosa, pero lo miraba de reojo, sabía que se acercaba el estreno de la película y me negaba a verla sin haberlo leído antes.

Tengo sentimientos encontrados.
Por un lado, odio este libro. Odio su historia. Odio que me haga llorar tanto, pensando en lo efímero de la vida de una persona enferma de cáncer. En lo corta y vapuleada que resulta, como si alguien desde algún lado se nos estuviera cagando de risa en la cara: "¡Te vas a morir y mal, idiota!". Odio que nos recuerde a los que algunas veces lloramos por nimiedades que se puede estar peor, y uno está ahí, triste por lo que leyó, dándose cuenta lo estúpido que puede ser (y que seguramente fue) estar tan triste por cosas tan simplonas. Odio que me recuerde a las personas, a los seres que perdí por esta enfermedad. Uno ya era mayor, ya estaba en ese momento de la vida en que todo debería ser tranquilo y el final debería ser descansado y ameno. El otro, aún joven, aún con posibilidades, no pudo más con su dolor y en un suspiro se terminó de alejar de este mundo.

Todos vamos a morir, lo sé. No le tengo miedo a la muerte. Pero algunas personas tienen la certeza mucho antes de lo que la estadística lo estipula. No me puedo poner en su lugar ni creo poder entender lo que es, de pronto, saber que tu reloj se va a detener. Saberlo. O no saber exactamente una fecha, pero que te tiren una línea de tiempo finita en la que puede pasar.

Por otro lado, me gustó. Este amor adolescente/adulto de dos chicos que están obligados a ver la vida de otra manera, porque crecen con una enfermedad que en cualquier momento se los lleva. Y sin embargo, no van por la vida lamentándose de que no van a durar lo estipulado, y no es que piensan "Oh, vamos a disfrutar la vida porque tenemos cáncer y es lo que hay que hacer". Simplemente viven, disfrutan, y en la medida de lo posible (pero con sus inevitables agregados) hacen lo que cualquier chico de su edad debería hacer. Que sin pedir permiso a nadie ni sentir más miedo que el de morirse mientras se estén amando, se entregan a unos sentimientos tan hermosos que es lamentable saber que no muchos seres humanos lo podrán sentir alguna vez.

Es una trágica historia de amor hermoso. Es la mejor descripción que se me ocurre. Y si bien hasta la página 70 más o menos no me estaba convenciendo, en parte porque no sé si es la forma de escribirlo que sonaba a "libro que se me ocurrió mientras estaba en el baño" o la horrible traducción al español, a la que le encontré decenas de errores, de pronto la historia empezó a contarse. Y la sentí, la lloré, la viví junto con ellos dos.

Historias de estas, donde los dos protagonistas (o uno de ellos) está enfermo, hay muchas. Casi todas son muy bonitas, o al menos te dejan con un dejo de esperanza al terminarla. Bajo la misma estrella es una de ellas, y nos recuerda (o nos quiere enseñar) lo lindo de quererse.

martes, 24 de junio de 2014

Recetario veggie!

Como habré contado en alguna ocasión, hace casi tres años que soy vegetariana. A diferencia de cuando quise serlo de joven, esta vez sí le presto atención al tema de la nutrición, y como soy un tanto culo inquieto, busco recetas interesantes para no caer en el bodrio de comer siempre lo mismo.

Habrá algún vegetariano que lea, o alguien que come carne pero gusta de cocinar platos sin ese ingrediente de vez en cuando, por lo que se me ocurre que cada vez que pueda voy a compartir una receta de las que preparo en casa. Y arranco de esta manera.

Milanesas de berenjena rellenas

¿No te aburre comer la típica milanesa de berenjena sin nada? Sí, ya sé, es rica... pero te puedo asegurar que esta es una delicia y vas a quedar como un duque. Lleva tal vez un tiempito de preparación, y vas a ensuciar un poco la cocina; pero panza llena: corazón contento.

Ingredientes:
Berenjenas, lo más gorditas y grandes que consigan (con 3 hice 10 milanesas)
Morrón rojo (1)
Ajo (3 dientes)
Queso de máquina (con 150 gr me alcanzó para las 10 milanesas y me sobró un poco para compartir una feta con Gala y todo)
Pan rallado C/N
Huevo (1)
Perejil C/N
Harina C/N

Preparación:
Cortar las berenjenas en rodajas finas (no muy finas, tampoco nos pasemos). Ponerlas en sal y tenerlas aparte un ratito. ¿Una pequeña recomendación? Te convendría ya tenerlas separadas de a pares, para cuando tengas que armarlas, porque los tamaños siempre salen distintos y después a la hora de juntarlas te vas a volver un tanto loco.
Aparte, saltear morrón en juliana con ajo bien picadito y reservar. Yo después de cortarlas así también las corto al medio, para que no sean tajaditas muy largas y sea cómodo colocarlas dentro de las milanesas.
Secar las rodajas de berenjena con servilletas de papel. Tomar de a pares y comenzar a armarlas: se coloca una feta de queso de máquina sobre una (cuidando que no sobresalga mucho por los bordes, así que seguramente tendrás que cortarlas), poner por encima un poquito de morrón y ajo, y cerrar con la segunda rodaja de berenjena. Pasar bien por harina, luego por huevo batido (yo al huevo le pongo un poco de agua, perejil y sal, para que tenga rico sabor), y luego por pan rallado.
Acá puede pasar algo. Es muy posible que veas como que tu milanesa no se une, y que queda como abierta. Lo que hago cuando veo que pasa eso es volver a pasar, con paciencia, los bordes por huevo, y de nuevo por pan. Si acomodás bien con los dedos va a quedar cerradito, y si no queda 100% cerrado no te preocupes que igual después no se te va a desarmar.
Cuando tengas todas las milanesas armadas, te conviene dejarlas descansar un poquito al fresco. Sobre la mesada nomás si está fresco el día, y si no un ratito de heladera.
Se cocinan en horno medio hasta que se doran de cada lado, ¡y a comer!
Es una manera innovadora de preparar la clásica milanesa de berenjena, y te aseguro que queda exquisito. Respecto al relleno, una vez probé hacerla con cebolla, pero nada supera el morroncito con ajo. ¡Obvio que siempre pueden inventar!



¡Provechito!

sábado, 21 de junio de 2014

Literario

Sarah Maas definitivamente se ganó un lugar privilegiado en mi corazón de lectora con su maravillosa saga de novelas sobre Celaena Sardothien, la asesina que fue condenada a las minas de Endovier y que luego se convertiría en la campeona del rey.
El primer libro de la saga, Trono de cristal, empieza cuando a ella le ofrecen la oportunidad de convertirse en campeona a cambio de dejar de ser una esclava en las minas, pero poco sabemos de su pasado, sólo lo que de a poquito nos iremos enterando tanto en esa novela como en la segunda, Corona de medianoche. Por suerte, Sarah es una persona muy amable y regia, y sacó en formato de libro unas mini novelas que cuentan varias historias sobre Celaena, Arobynn Hamel (para quien ella trabajaba) y Sam, una persona muy importante de su pasado.

The Assassin's Blade trae 5 novelas previas a la historia de Trono de cristal: The Assassin and the Pirate Lord, The Assassin and the Healer, The Assassin and the Desert, The Assassin and the Underworld y The Assassin and the Empire. Estas novelas muestran a una Celaena que yo no conocía. Valiente, soberbia, orgullosa de sus habilidades. Sí, en los dos libros de la saga nos damos cuenta que ella sabe quién es y no tiene ningún tipo de duda acerca de lo que puede lograr, pero como ahí ya tiene un pasado que la marcó su carácter se siente diferente. Lo cual habla muy bien de Sarah, porque logró hacer que su personaje madure y crezca de acuerdo a las cosas que le ha tocado vivir.
En estas novelas Celaena es más joven, no tiene problemas, hace a la perfección todos sus trabajos y es lo suficientemente rica como para darse los gustos que quiera. Se lleva el mundo por delante y todo lo que le piden que haga, lo hace bien. Una grosa, en pocas palabras.
En la primer novela de este rejunte, sin embargo, hace algo que le va a costar muy caro, desafiando las reglas y pasando por alto lo que le pide el rey de los asesinos, Arobynn, que es el que le encarga los trabajos. Esto la llevará hacia otras tierras, donde va a conocer a un gran asesino que la va a entrenar y donde va a mejorar notablemente sus ya increíbles habilidades. Además de muchísimas otras cosas que le irán pasando.
El panorama se abre y vamos a entender todo lo que ella ha vivido. Cómo nace la relación con Sam y el final de esa pasión, que sabemos por haber leído los otros que se termina pero no sabemos bien por qué o cómo sucede. Quién es que la traiciona, y cómo lo hace. Por qué ella es tan hábil como es. Todas las preguntas que en Trono de cristal y Corona de medianoche quedaban pendientes, acá se responden.

Estas mini novelas son simplemente fantásticas. Sigo insistiendo en que Sarah tiene un don para atrapar al lector y llevarlo a conectarse a un nivel tan profundo con el personaje principal y los secundarios, que una vez que la novela se termina, tardás unos minutos en darte cuenta que no hay más para leer. Y ahí viene ese suspiro, maravilloso, de haber terminado algo que valió cada minuto invertido.
Celaena Sardothien no deja de sorprenderme, y no dejo de admirarla.
Y ahora, a esperar a septiembre para leer la continuación.

Si aún no leyeron ninguna de las novelas, probablemente sea mejor empezar con esta, aunque tengo que admitir que haberla leído después supuso una gran sorpresa. Me encanta ver el cambio en el personaje principal, y me ayuda a comprender mejor su "mente" en lo que sigue. Es más, hasta me dio ganas de volver a leer el primer libro de la saga.

¡Recomendadísimo!

Una parte que me encantó y que creo que ayuda a imaginar a Celaena a la perfección:

"With that, the stranger stepped from the mist. She had two long daggers in her hands. And both blades were dark with dripping blood."

GENIA.

jueves, 12 de junio de 2014

Father issues

Mi relación con mi viejo siempre fue complicada. No compartimos nunca nada, no hubo buenos momentos, no tengo de esos recuerdos tipo película yanqui de sentarnos a tener una buena conversación o mirar una película en silencio. No hubo apoyo, ni consejos positivos, ni abrazos... nada. Cero en todo.
Toda mi adolescencia fue un intento de comprender qué era lo que yo hacía mal para merecer ese padre ausente que tenía ante mí. Que cada vez que pudo me dijo cosas que, lamentablemente, jamás voy a olvidar. Que jamás dijo nada bueno que perdurase en el tiempo. Al principio intenté conectarme, hasta fui su "hija futbolera", ya que lo único que hacíamos juntos realmente era ir a la cancha a ver a independiente. Ahora que lo pienso... creo que eso también aportó a mi actual odio por los 11 gansos persiguiendo a la pelotita. Pero no me quiero ir por las ramas.
Con los años mi intento de querer entender se transformó en odio. Sí, lo odié, muchas veces lo odié. Pasé de querer ser su hija a detestar la forma en que me respondía, en que me decía las cosas. Nunca fue agresivo físicamente, pero sí es un maestro del herir con palabras. Sabe exactamente qué decirte que te va a dejar destrozado en segundos. Y si sos débil como yo... ni te cuento.
Pasó el tiempo, me mudé, y las cosas cambiaron. A pesar de que sigo viéndolo todos los días porque trabajamos juntos, ya no es lo mismo. Yo tengo un espacio, mi espacio, y soy feliz en él. Ya no escucho todas las cosas que me molestaban: el tango a las 6 de la mañana, los gritos, las peleas, los reproches, y tantas cosas más.

Hace dos días papá empezó con un tratamiento de un mes, de rayos, para intentar que su cáncer maligno de próstata no se esparza por el resto de su cuerpo. Este hombre, que siempre pareció tan jovial y que tan poco aparentó la edad que realmente tiene (cumple 82 en noviembre), en pocos meses envejeció lo que nunca en años. Está achacado, viejo, gris, apagado, triste. ¿Será por el cáncer? ¿Será que, de pronto, siente a la muerte más cerca? Porque es verdad que todos vamos a morir, pero una cosa es saber que algún día te vas a ir, y otra es de pronto caer en la cuenta que tu cuenta años ya no marca una línea (aunque nunca es fija) que mira bien lejos a futuro.

Y este señor, este viejo, que en algún momento tanta bronca me dio, al que quise comprender, al que más de una vez quise meterle una cachetada enorme en el medio de la cara, me está destrozando el corazón. Por supuesto, siempre supe que me iba a poner triste, a pesar de todo es mi viejo. Pero verlo así, sentirlo así... es ir a su casa y volver con una sensación de tristeza tremenda. De pronto siento que un día no va a estar más, y me va a quedar un vacío gigante adentro. Un vacío que no voy a poder llenar con nada, y que no puedo remediar, porque son cosas que la vida simplemente decidió no darme.

Llegan esos momentos que uno no está preparado para aceptar. Quizá todavía le falte, ojalá así sea y que no sean años de estar postrado y envejeciendo lastimosamente. Pero sí sé que son momentos reales, más reales que antes, y no sé bien cómo reaccionar a esto. Me siento rara. Y no me gusta.

Estúpido cáncer. Parece que te gusta mi familia, ya que nos visitás bastante seguido.